Vi la primera entrega hace un tiempo y me gustó: tenía todo lo que prometía. Esta segunda entrega es lo mismo, pero más equilibrada. Está compuesta por una primera parte con toques de suspenso, y luego… acción y diversión desenfrenada, como debe ser en una película de monstruos marinos prehistóricos.
Los personajes, en general (a excepción de algún antagonista), me caen bastante bien. Eso incluye a los secundarios, tanto a los buenos como a los villanos. Quiero decir, los malos son malvados: quieren hacerse ricos vendiendo objetos exóticos sin importar el daño que causen a los demás o al medio ambiente. Aquí no hay nada de ridículas y forzadas redenciones, y eso se agradece.
Esto último es una novedad con respecto a la precuela. En la primera, el único peligro era el enorme megalodón, el miedo a lo desconocido. Acá el problema son los megalodones (que ahora son tres), unos dinosaurios que parecen cocodrilos, nadan y corren tan rápido como Sonic yendo al baño; un pulpo gigante que aparece porque sí; y, por supuesto, los personajes malvados.
Sí, señores: es una aventura marina que disfruté, me hizo reír y me divirtió. Me alegra que grandes producciones sigan apostando por este tipo de películas "ridículas" —muy serie B—, porque después de todo, es un blockbuster de alto presupuesto sobre monstruos marinos prehistóricos que comen gente. ¿Qué más se le puede pedir a algo que no pretende ser pretencioso?
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