Touko Laaksonen, conocido en el mundo como Tom of Finland, nació en 1920 en Kaarina, Finlandia. Fue oficial del ejército durante la Segunda Guerra Mundial, pero la historia lo recordaría no por su uniforme, sino por los uniformes que imaginó después. Policías, motociclistas, leñadores: íconos viriles transformados en símbolos eróticos. Su obra redefinió la representación del deseo masculino y cambió para siempre la iconografía de la cultura queer.
En los años cincuenta y sesenta, el arte de Tom era clandestino. Se distribuía en revistas y fanzines underground, en un tiempo en que la homosexualidad aún era criminalizada. Sin embargo, sus dibujos no mostraban culpa ni sufrimiento, sino una afirmación luminosa del cuerpo y el deseo. Sus hombres eran musculosos, seguros, sonrientes; encarnaban un erotismo que no pedía perdón. Frente al imaginario trágico con que la sociedad retrataba la homosexualidad, Tom ofreció una utopía de orgullo y poder.
Su influencia fue profunda. Contribuyó a formar una nueva identidad visual del mundo gay, que más tarde se integraría a la cultura pop. Artistas como Robert Mapplethorpe, diseñadores de moda y campañas publicitarias de marcas globales tomaron inspiración directa de sus personajes y de su estética del cuero y el fetichismo. Lo que comenzó como arte subterráneo terminó siendo un lenguaje visual de liberación.
Hoy, Tom de Finlandia es considerado un pionero de la representación erótica moderna. Su trabajo desafió normas, cuestionó los límites de la censura y reivindicó la belleza del deseo masculino sin intermediarios morales. Más allá del fetiche, sus dibujos proponen una ética: ser libre en el cuerpo es también una forma de resistencia política.
Tom murió en 1991, pero su obra sigue irradiando una mezcla de sensualidad, ironía y afirmación vital. En sus personajes se respira algo más que deseo: se siente la conquista de un espacio simbólico que el arte —y la sociedad— le debía a la diversidad.
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