El expresionismo alemán ha sido, sin duda alguna, una de las corrientes que más me ha influenciado. Desde su manera de representar lo plástico —con ecos del arte africano y polinesio— hasta su estética cinematográfica cargada de sombras, angustia y distorsión.
Emil Nolde
Las vanguardias artÃsticas pretendÃan ser el futuro estético y polÃtico de la vida pública europea; deseaban un cambio radical que sacudiera la cotidianidad. Ese era uno de los anhelos del pintor y grabador Emil Hansen, quien adoptó el apellido de su pueblo natal, Nolde (hoy parte de Dinamarca). Era mitad danés, mitad alemán.
Nolde recibió influencias de pintores como Munch, Van Gogh y, especialmente, James Ensor. Este último le impactó por sus máscaras de carnaval, que simbolizaban los múltiples rostros que las personas adoptan para ocultar su verdadera identidad: una crÃtica feroz a la hipocresÃa de su época. Como buen vanguardista, Nolde incorporó rostros hieráticos y expresivos, influenciados por el arte africano.
Excited People (1913) de Emil Nolde
Entre las técnicas más utilizadas por Nolde destacan las xilografÃas, comunes dentro del expresionismo alemán. El grabado, históricamente relegado como un arte menor, recuperó protagonismo en su obra. En el seno del grupo Die Brücke, tanto Nolde como Ludwig Kirchner utilizaron el grabado para retratar la decadente República de Weimar. Sin embargo, mientras los demás miembros del grupo —Schmidt-Rotluff, Pechstein, Mueller— trabajaban con planos angulosos y composiciones tensas, Nolde optaba por una estética más “fovista”, mÃstica, menos inclinada, con pinceladas sintéticas e intensamente coloridas.
El color era central para Nolde: expresaba emociones, revelaba tensiones, iluminaba lo sagrado y lo profano. Su temática combinaba lo cotidiano con lo bÃblico, profundamente marcada por su fe protestante. Ilustró pasajes del Nuevo y Antiguo Testamento a su manera: salvaje, espiritual y deformada, lo que escandalizaba a los sectores más reaccionarios que odiaban el arte moderno.
Ada (1903) de Emil Nolde. Grabado en madera. (xilografia)
A comienzos del siglo XX, las ideologÃas modernas estaban en plena efervescencia: comunismo, fascismo, liberalismo, nacionalismo. Tras la derrota del Imperio Alemán en la Gran Guerra y la instauración de la República de Weimar, muchos artistas se involucraron en estas corrientes. Nolde no fue la excepción. Su fervor religioso, su deseo de contribuir a un renacimiento cultural alemán y el avance del nazismo lo entusiasmaron profundamente. Se afilió al Partido Nacionalsocialista, compartÃa su antisemitismo y soñaba con un arte "moderno" para una nueva Alemania.
Pero la ironÃa histórica no se hizo esperar: el propio Hitler lo condenó como “artista degenerado”. A Nolde se le prohibió pintar y enseñar. Varios de sus cuadros fueron incluidos en la infame exposición de Arte Degenerado, organizada por el régimen nazi para ridiculizar el arte moderno.
Exposición de arte degenerado en 1937. A la izquierda de la imagen se pueden ver dos cuadros de Emil Nolde
A pesar de la prohibición, Nolde continuó pintando en secreto, refugiado en técnicas discretas como la acuarela. Y, sorprendentemente, mantuvo su lealtad al régimen hasta su caÃda.
Murió en 1956, más de una década después del fin de la guerra, trabajando aún en su estudio rural. En mi opinión, Nolde fue un gran pintor: demasiado salvaje y sincero para encajar en la visión artÃstica del frustrado Hitler, que despreciaba todo lo moderno. Nolde, con sus luces y sombras, sigue generando controversia. En 2019, la entonces canciller Angela Merkel decidió retirar uno de sus cuadros qué estaba colgado en su oficina en 2019 debido a su pasado nazi.
Casa museo Emil Nolde
Afortunadamente, el estudio de Emil Nolde se ha convertido en museo y sigue abierto al público. Sus obras, cargadas de espiritualidad, contradicción y color, siguen hablándonos del alma herida de una Alemania en crisis. Un artista maldito en todos los sentidos..
Comentarios
Publicar un comentario