Antes de decidir leer este libro, sabiendo que su autor fue un ateo convertido al anglicanismo, tuve el prejuicio de que sería un panfleto sermonero de unas 150 páginas, como si se tratara de un pastor evangelista disfrazado de narrador. Pero al terminarlo, tuve que tragarme mi propio prejuicio. Respiré con total tranquilidad y lo leí con gran comodidad. Fue una experiencia divertida y atípica: es, justamente, una sátira.
La ingeniosa escritura del señor Lewis es lo que te atrapa a seguir leyendo estas cartas ficticias. Aclaro que esta obra no tiene un conflicto central a resolver, sino que es un conjunto de situaciones que sirven como advertencia. El lector ideal no es quien quiere “aprender de los demonios”, sino quien desea evitar caer en sus trampas. En este libro, el mundo está completamente al revés.
El escritor británico nos presenta a Escrutopo: un diablo viejo, ya retirado, con experiencia suficiente como para enseñar a su sobrino Orugario, un joven demonio con mucho por aprender, cómo arruinar la vida de su “paciente” (es decir, un ser humano). Escrutopo se comunica con su sobrino mediante cartas, y a lo largo de los capítulos vemos cómo se alegra cuando Orugario logra tentar a su paciente, y cómo se irrita cuando fracasa.
Algunas personas cristianas (católicas o protestantes) consideran que esta novela es una guía sobre cómo actúan los ángeles caídos en el día a día. En mi opinión, sigue siendo una obra de ficción escrita por un gran autor, y yo la veo más como una crítica satírica a las costumbres, instituciones (políticas y religiosas), y al clima social de la Inglaterra de la Segunda Guerra Mundial. Para mí, Escrutopo representa al Lewis más sarcástico y crítico, que arremete contra el sistema de su época. Hay especial énfasis en los cristianos “light” y en ciertas iglesias que, según él, son un desastre a la hora de evangelizar. Al menos, esa fue mi lectura.
Los personajes están bastante humanizados, no tan sobrenaturales, y eso hace que leer las cartas sea algo más íntimo, como si estuvieras husmeando la correspondencia privada de alguien. Esa cercanía lo vuelve más efectivo.
Es claro que, con esta sátira, C.S. Lewis ofrece una lección moral sobre el bien y el mal. Muestra cómo el mal se manifiesta en cosas pequeñas, sutiles, que se van acumulando hasta llevarte a la perdición. Pero lo hace con una inteligencia narrativa que permite que estas ideas complejas se presenten de forma accesible. Invita también a reflexionar sobre nuestras propias debilidades y las pequeñas decisiones cotidianas que, sin darnos cuenta, nos definen.
Sin lugar a dudas, este libro me sorprendió. Tenía una imagen distinta de Lewis, pero ahora entiendo por qué es tan conocido, más allá de Las Crónicas de Narnia. Es una obra breve, aguda y muy actual en muchos sentidos. Vale la pena.
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