Esta película se puede etiquetar sin miedo como “dominguera”: tiene todas las características de un film que Telefe pasaría una tarde de asado familiar. Es family friendly en su máxima expresión: no corta, no hiere y busca conmover —sobre todo a los amantes de los animales—.
Desde el inicio sabés que los protagonistas van a lograr su objetivo. Y, honestamente, uno quiere que lo hagan, porque al menos son personajes agradables (aunque bastante planos). Michael Light —interpretado por Mark Wahlberg— es el típico líder con ego que ya ha hecho perder más de una carrera a su equipo de raid.
La historia no tiene demasiada tensión. Michael consigue patrocinio, reúne a su equipo de maratonistas y parte al Campeonato Mundial en República Dominicana, enfrentando todo tipo de desafíos físicos. Pero todo se muestra de una forma tan “limpia” y correcta que nunca se siente peligro real: el cine de manual, sin riesgos ni bordes.
Por el otro lado tenemos al perro —Arthur—, un animal callejero y maltratado que se cruza con los maratonistas casi por accidente. En la trama, el can no aporta demasiado más que un par de momentos útiles y luego se convierte en una carga. Entiendo que está basada en un hecho real, pero acá el vínculo humano-animal se siente más funcional que emocional: Michael le da de comer, y el bicho lo sigue hasta el final.
A pesar de ser un largometraje dominguero, predecible y “una más del montón”, no es aburrida. De hecho, cumple su rol perfectamente: podés mirar el celular un rato, perderte una escena y seguir entendiendo todo sin problema. Está diseñada para eso.
Es cine procesado para llenar el catálogo: correcto, inocuo y fácilmente digerible. Pero dentro de su simpleza hay algo rescatable: no pretende ser más de lo que es. Una historia de superación, amistad y trabajo en equipo, contada sin complicaciones. Y eso, dentro de su fórmula, está más que bien.

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